Pumas es campeón del fútbol mexicano, después de vencer 2-1 a Monarcas (3-2 global) en C.U. el pasado domingo, la escuadra universitaria dio muestra de la grandeza de su institución.
Entre tristeza y alegría se disputaban la hegemonía los pensamientos de este metalero escritor; y es que, la final estuvo dividida y, a pesar de no ser aficionado de ninguna de las dos escuadras que la jugaron, mi gusto por ver campeonas a los dos equipos en lugar de a uno solo (cosa imposible), era enorme.
Ver a Monarcas campeón significaría la alegría más grande en los últimos años para un pueblo que carece de ello, alegría. Todo Michoacán, por un lado, se merecía sin lugar a dudas vaciar ese balde de amargura, lagrima y sangre que inundan sus días. Ver al equipo local campeón habría significado olvidarse, por lo menos durante un día, de los descabezados en Uruapán, los encobijados en Zamora, o los granadazos en Morelia, 'el pan de cada día' para un estado, una cultura y un pueblo maravilloso. Sin embargo sólo dejaron de lado su día a día, por noventa minutos de una esperanza que nunca llegó.
Pumas, por su parte, merecido campeón, mostraba la otra cara de la moneda, una universidad llena de historia y gloria futbolera y que, tras una temporada de ensueño, merecía (por todas las de la ley) salir airoso del partido más importante del Clausura 2011 mexicano. El cuadro azul y oro, desde el primer minuto, mostró que sería campeón, lo demostraban con un fútbol paciente, pero con el arco en mente, con el disfrute de cada minuto de aquel último cotejo del torneo, salieron campeones porque se la creyeron. Cosa que Morelia (lamentablemente) no hizo, ni en su casa.
Felicidades pues a los Pumas de la máxima casa de estudios de nuestro país, la Universidad Nacional Autónoma de México, felicidades Vázquez, Palencia, 'Picolínes', Cortes, Leandro, la Rebel y todos los azul y oro por el séptimo título de su historia, se lo merecen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario